Palabras para Venezuela 2004

  • Juan Carlos Escotet
  • Mikhail Gorbachev
  • Oscar Arias
  • Luis Xavier Luján
  • Una vez más Banesco ofreció un espacio para la paz y la reconciliación, en ocasión de la segunda edición de Palabras para Venezuela con motivo de la inauguración de Ciudad Banesco. En esta oportunidad escuchamos los mensajes de dos Premios Nobel de la Paz: Mikhail Gorbachev y Oscar Arias, figuras que han demostrado con hechos y palabras que creen en el diálogo y la tolerancia.

    El encuentro reafirmó nuestro compromiso social con el país, en un acto lleno de esperanza por un mejor porvenir, en comunión con más de tres mil invitados: clientes, relacionados y amigos, así como también con la audiencia que nos siguió a través de los medios de comunicación nacionales e internacionales.

    Ocasión para honrar a nuestros socios sociales. Este homenaje destaca la labor de los héroes cotidianos que con su esfuerzo y compromiso construyen día a día la Venezuela que queremos a través de: Fe y Alegría, FUNDANA, Cruz Roja, Casas Don Bosco, Funda-Parálisis Infantil, UCAB, Sociedad Anticancerosa, IESA, Museo de los Niños, AVEC, Damas Salesianas y Fundación Excelsior.

    Todos ellos han podido construir este momento. Gracias.

     

    Palabras de Juan Carlos Escotet

    Muy buenas noches a todos.

    En nombre del universo humano y productivo que es Banesco, me refiero a los clientes, a quienes trabajamos en esta organización, y a los innumerables aliados que hacen posible nuestra gestión de todos los días, me corresponde testimoniar nuestra palabra de gratitud, pero más que eso, tender hacia cada uno de ustedes nuestra acogida, nuestra bienvenida abierta, cálida y emocionada.

    Este espacio, esta casa, si ustedes me permiten llamarla así, les pertenece. Ha sido dispuesto y organizado, no sólo para albergar a un equipo de trabajo que presta servicios, sino para mostrar una actitud, una manera de pensar y una vocación para actuar en el espacio público.

    Ciudad Banesco resume un pensamiento y una manera de entender nuestra ciudadanía corporativa. Éste edificio habla de disposición a los demás; de apertura hacia todos aquellos que quieren conversar; de respeto y reconocimiento hacia la comunidad a la que ahora nos hemos incorporado. Esta estructura quiere ser reflejo de una actitud de intercambio con la sociedad a la que servimos, y de una voluntad firme de actuar bajo los parámetros de la transparencia.

    Como ustedes bien saben, esta noche tenemos el privilegio de tener entre nosotros a dos ciudadanos del mundo, Oscar Arias y Mikhail Gorbachev. Hay en estos dos hombres extraordinarios algunos significativos datos en común. Por supuesto, sus respectivas historias, cada una con sus innumerables episodios, sus relatos magníficos y personales, sus aprendizajes y sus hitos, son sustantivamente distintas.

    Pero hay en los dos, en la trayectoria vital y pública de un hombre nacido en Heredia, pueblo de Costa Rica; y en el recorrido y alcance de otro nacido en Privolnoye, región de Stavropol en la lejana Rusia, un hilo tendido entre ambos que, por encima de todas las diferencias que es legítimo reconocer, los vincula a una mancomunidad, a un lazo espiritual que los hace fraternos y sujetos de una misma sustancia: la de los hombres que han luchado en contra de las dificultades para restituir el camino del diálogo perdido.

    Ambos fueron reconocidos con esa enorme distinción que es el Premio Nobel de la Paz. Arias en el año 1987, Gorbachev en el año 1990. En las circunstancias más complejas y tensas, no una vez sino muchas veces, obsecuentes de la vida y la convivencia, en permanente vigilia frente a fuerzas que desconocen e irrespetan la diversidad y la diferencia, los dos apelaron al diverso arsenal con que cuenta la racionalidad de los hombres y las instituciones, y aportaron lo mejor de sí para la construcción de la paz.

    Justamente porque la lucha de Arias y Gorbachev no ha terminado, porque la paz del mundo está todavía muy lejos, ubicada en un más allá al que todavía no alcanzamos con nuestros instrumentos de prospección, es que les pedimos que aceptaran venir a nuestra tierra a compartir algunas de sus experiencias y aprendizajes.

    Cada día parece ser más frecuente la presencia de la interrogante que se refiere a si la civilización efectivamente avanza. Si la duda es legítima y fundamentada, mucho más lo han de ser los impulsos que se proponen desencadenar el progreso moral en todas sus posibles dimensiones humanas y sociales.

    Una somera mirada al mundo de hoy, a nuestro pasado más reciente y a nuestro inquietante tiempo presente, nos indica que no siempre las alternativas a la violencia se encuentran en la visión y al alcance de los grupos en conflicto.

    Lo que hoy sabemos mejor que ayer, y que mañana seguramente entenderemos con una mayor comprensión, es que las razones que nos separan de un mundo más tolerante y bondadoso, son tan complejas, entretejidas y profundas, que la mayoría de las veces permanecen ajenas a lo que vemos, a los que sentimos y a lo que sabemos.
    Es como si la naturaleza de los males sociales fuese a incubarse y crecer en silencio, siempre soterrados, bajo la tierra, bajo la piel, detrás de la mirada, en los lugares más opacos y replegados de la superficie de los asuntos públicos. También es posible que no seamos capaces de reconocer la presencia de la desdicha en sus primeras etapas y gestos, sino cuando ella nos sobreviene como problemática de gran magnitud.

    Se ha dicho que el balance del siglo veinte es negativo, cuando no catastrófico. Se han clasificado los éxitos más significativos, y se los ha contrastado con las pequeñas y grandes derrotas de la civilización. La balanza, según la coincidencia de muchos hombres con capacidad de juicio, se inclina demasiado hacia el lado en el que los conflictos parecen desvirtuar cualquier gesto magnífico y glorioso de la sensibilidad o la virtud de los hombres.
    Que el siglo veintiuno logre un mayor estatuto para el respeto por los demás, he aquí una promesa que podría ser suscrita no sólo por los ciudadanos del mundo, sino también por todas sus instituciones, por sus proyectos y sueños.

    De las muchas sugerencias que los historiadores nos han formulado, cabe, si me lo permiten, detenernos en una: el costo para la sociedad que ciertos silencios tienen en el mundo contemporáneo.

    En un ambiente dominado por principios o comportamientos como una alta volatilidad de los procesos, una incertidumbre extendida sobre la mayoría de los temas comunes, y una tendencia a la aparición súbita, y a veces volcánica, de escenarios de confrontación intensa, es posible que la gestión de muchos para promover la neutralización de la violencia sea la respuesta cuya pertinencia podría ser útil discutir.

    Banesco es sólo una empresa que se ha acogido con alta convicción a un ideario de responsabilidad social. Nos anima la premisa de que también las empresas pueden ejercer la opción de proponer proyectos, nociones, pensamientos al resto de la sociedad. Es decir, partimos de la idea de que a todas las organizaciones, en una u otra medida, les corresponde poner en circulación acciones o discursos capaces de aportar nuevos sentidos o direcciones, a la compleja y diversa búsqueda de soluciones que todos anhelamos.

    Cuando decimos responsabilidad social hablamos de un ejercicio permanente de reconocimiento de la realidad que nos rodea y del concienzudo análisis que hacemos para definir una respuesta significativa y eficaz.
    Responsabilidad social es una disposición al cambio, a los nuevos signos que aparecen en el horizonte, un oído aguzado para escuchar a las voces que, aunque todavía muy lejanas, se aproximan a nosotros.

    Constituye no sólo la disciplina que tiene como su norte el hacer las mejores cosas para los demás, sino que es la aparición y fortalecimiento de una noción mayor y más sólida de ciudadanía corporativa: un sentido de responsabilidad hacia el mundo que está fuera o más allá de las fronteras de la empresa.

    Responsabilidad Social quiere decir que nos importan las cosas que están ocurriendo en Venezuela y en el mundo. Que tenemos el empeño de estar próximos al pulso de los intereses y las preocupaciones de las personas. Que nos permitimos, con el mayor respeto ante cada uno de ustedes, sugerir el intercambio y debate de las ideas como el más alto propósito que los hombres y las instituciones pueden adherir en este complejo momento de nuestro país y del resto del planeta.

    Cada quien desde sus posibilidades, con sus energías y una evaluación de sus respectivas capacidades. Cada quien en su lugar, sin abandonar la misión y la responsabilidad que le corresponde, manteniendo siempre el ánimo y la ruta a sus objetivos, todos tenemos las ventanas y las posibilidades para trabajar a favor del respeto y la dignidad.

    Lo esencial, eso creo, es que cada ciudadano, institución o causa, con la mayor firmeza y la mejor visión posible, no debe despegarse, no debe alejarse, no debe distraerse de lo que es su proyecto natural y principal. Hay que mantener a raya a las fuerzas que nos llaman a la dispersión. Concentrados, productivos y dedicados a nuestros proyectos, cada quien desde su específico lugar en la sociedad, podrá contribuir a multiplicar un sentido amplio y masivo de solidaridad hacia los demás.

    De eso se trata y no de mucho más. De puntuales, específicos y permanente aportes a la convivencia, especialmente si tenemos la percepción de que hemos aprendido que las fuerzas que abonan a favor de las diferencias, las desigualdades, los prejuicios y el desacuerdo, trabajan de forma intermitente, tanto en el espacio de la vigilia como en los momentos en que nos devolvemos a lo más privado de nuestras vidas.

    Contribuir a crear una cultura de la paz bien podría ser la más elevada consigna de la responsabilidad social ejercida por todas las instituciones activas. Pero ello requiere de todos la disposición a revisar nuestra predisposición al hábito de escuchar.

    Atender a lo que nos trasciende; oír las voces de los demás, especialmente de aquellos a quienes sentimos muy distintos a cada uno de nosotros; caminar y transcurrir con la mirada atenta en lo que nos rodea; desconfiar de nuestras conclusiones más inmediatas y frecuentes; valorar cada ocasión que la vida nos dispensa de ayudar a los demás; preguntarnos sobre el nivel de permeabilidad en que transcurren nuestras diligencias por el mundo.
    Vivimos en una atmósfera de grandes desigualdades y desproporciones. En un extremo de esa tensión, es comprensible que alguien que vislumbre la inmensidad de los problemas, concluya que es poco lo que puede hacerse para cambiar el destino de las cosas.

    Puede haber muchos indicios para pensar en lo titánicas que son las soluciones al malestar del planeta. Sin embargo, la realidad nos señala que cualquier esfuerzo individual o colectivo, por pequeño que sea en apariencia, podría constituirse en el desencadenante de grandes transformaciones colectivas.

    Nosotros los hemos invitado esta noche bajo la luz de una limpia convicción: es altamente posible que la experiencia de escuchar a dos ciudadanos experimentados nos enriquezca, nos llene de nuevos e inquietantes pensamientos, y que al salir de aquí, una nueva energía, una nueva resolución, algunas nuevas ventanas se nos abran para aportar a la tolerancia y a la convivencia.

    Esta es su casa. Sean todos bienvenidos.

  • Una vez más Banesco ofreció un espacio para la paz y la reconciliación, en ocasión de la segunda edición de Palabras para Venezuela con motivo de la inauguración de Ciudad Banesco. En esta oportunidad escuchamos los mensajes de dos Premios Nobel de la Paz: Mikhail Gorbachev y Oscar Arias, figuras que han demostrado con hechos y palabras que creen en el diálogo y la tolerancia.

    El encuentro reafirmó nuestro compromiso social con el país, en un acto lleno de esperanza por un mejor porvenir, en comunión con más de tres mil invitados: clientes, relacionados y amigos, así como también con la audiencia que nos siguió a través de los medios de comunicación nacionales e internacionales.

    Ocasión para honrar a nuestros socios sociales. Este homenaje destaca la labor de los héroes cotidianos que con su esfuerzo y compromiso construyen día a día la Venezuela que queremos a través de: Fe y Alegría, FUNDANA, Cruz Roja, Casas Don Bosco, Funda-Parálisis Infantil, UCAB, Sociedad Anticancerosa, IESA, Museo de los Niños, AVEC, Damas Salesianas y Fundación Excelsior.

    Todos ellos han podido construir este momento. Gracias.

     

    Palabras de Mikhail Gorbachev

    Buenas noches queridos amigos:

    Espero que ya se hayan armado de audífonos. Le estoy agradecido al banco por la iniciativa mostrada con motivo de esta reunión.

    Le doy la bienvenida a todos los participantes de esta noche y quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos sobre asuntos importantes de política mundial, visto que hoy vivimos en un mundo global, donde en primer plano aparecen tareas globales sin cuya solución no se puede contar con el progreso en países individuales ni el alcance de una vida digna como ciudadanos del mundo. Yo viajo mucho por actividades que me interesan, visito muchos países, participo en foros, simposios y conferencias, y esto es lo que descubrí y las conclusiones a las que yo he llegado.

    Antes que nada, el mundo está sumergido en grandes preocupaciones, y esta preocupación la exterioriza la gente en la búsqueda de un entendimiento de los problemas que le preocupan y de la solución a los problemas que también enfrentan; la gente desea entender la situación surgida de la conclusión de la guerra fría, pero estas oportunidades prácticamente han quedado todas sin aprovechar.

    Yo creo que a esto se debe el que me inviten tanto a participar en encuentros y reuniones; evidentemente no puedo aceptar todas estas invitaciones, pero de esto saco la conclusión que la gente está interesada en entender lo que está pasando con nosotros; creo que lo más importante que hay que decir es que estamos en un mundo que cambia rápidamente. En un pasado la vida pasaba con tranquilidad, sin grandes dificultades. En cuanto la gente podía interiorizar algo daba algunos pasos; pero hoy la situación se presenta de una manera tal que la gente debe entender y tomar en cuenta diariamente lo que sucede a su alrededor.

    No quisiera confundir diciendo que puedo darles una respuesta a todas las cuestiones que les preocupan, pero yo, y el fondo que yo dirijo, que es el Fondo Internacional de la Cruz Verde, permanentemente nos ocupamos de la discusión de los problemas que preocupan a la gente, nosotros cooperamos con otros centros, con expertos en este campo, y hace poco editamos un libro en el cual trabajamos durante 7 años titulado “Al Borde de la Globalización”. Yo quisiera decir algo concreto sobre un asunto: nosotros, como ya les dije, terminamos con la guerra fría ¿Pero cuáles son los resultados?. A la salida de la guerra fría todos esperábamos obtener grandes logros y tener muchos recursos los cuales se destinarían a la educación y a terminar con la pobreza, que se acabarían los obstáculos para la cooperación y la colaboración y que todo funcionaría en pro de una vida mejor. Pero esto no sucedió. Los resultados de este decenio, después del fin de la guerra fría, no son significativos.

    Ciertamente terminamos con los bloques existentes, hemos liberado las relaciones internacionales y dejamos la confrontación ideológica; solucionamos muchos conflictos que existieron en el mundo durante decenas de años, y, al final del siglo XX, nos vimos inmersos en un proceso que abarcó casi todos los continentes y todos los países y en muchos lugares pudimos observar la desaparición de regímenes autoritarios de la era política gracias a la influencia de la perestroika soviética. Hubo cambios no sólo en Rusia sino en gran parte de Europa oriental y central. La gente obtuvo la posibilidad de decidir qué sistema construir, cómo vivir; en realidad obtuvieron el derecho a la elección y a la escogencia, y esto es un enorme logro.

    En cierta manera también se frenó la carrera armamentista, pero no hemos podido obtener los recursos necesarios para la solución de los problemas más importantes como los ecológicos, los problemas de pobreza y del subdesarrollo; algo que haría digna la vida humana. Por cierto… hablemos de la pobreza: la pobreza tiene hoy un alcance sin precedentes; podemos hacer referencia a estudios publicados hace poco por el Banco Mundial donde se revela que un 80% de los recursos están a disposición de mil millones de habitantes y el resto tiene que vivir con uno o dos dólares; yo creo que esto es muy interesante, pero, hasta ahora, la mitad de la población, unos 3.000 millones, se encuentran en estas condiciones y están obligados a luchar por la existencia.

    Nos enfrentamos también con problemas ecológicos. La contaminación, la polución ambiental, la contaminación de los mares y océanos y la desaparición progresiva de bosques y selvas va a causar una catástrofe mundial dentro de unos años.

    Han surgido nuevos peligros como el terrorismo y las armas de destrucción masiva, pero ¿Qué es lo que pasa? en cada uno de los discursos, en cada una de las presentaciones uno puede repetir lo mismo: ¿Qué es lo que pasa?. ¿Por qué esto sucede así?. Los países desarrollados occidentales, entre ellos de primero los Estados Unidos de América, colocaron en primer lugar después de la guerra fría, no las tareas que se discutían, sino aquellas que le interesaban a ellos; la globalización, que se ha transformado en un asunto dominante en el desarrollo, ha funcionado a favor de los intereses de algunos países desarrollados, y lo que ha resultado es que después de diez años de condiciones de globalización después de la guerra fría, la brecha entre ricos y pobres ha aumentado y la globalización, que fue salvaje y desordenada, ha ocasionado una enorme influencia negativa; en muchas partes del mundo ha agudizado los problemas y ha creado otros nuevos; y como resultado, los procesos democráticos, a los que le dimos la bienvenida y con los cuales hemos contado para mejorar las instituciones democráticas en el marco de las actividades de la gente, cuando esperábamos encontrar aquellos modelos de desarrollo que nos llevarán a una prosperidad y a una mejora de las condiciones de vida, esto no se ha conseguido ¿Por qué?.

    La gente se ha decepcionado con la democracia, es más, muchos dicen que la democracia no es capaz de resolver los problemas socioeconómicos; y eso es lo que nosotros debemos entender y cambiar, pero hasta ahora lo que pasa de facto es que nosotros estamos observando un cambio de la opinión que se tiene de la democracia, y esto no se observa sólo en los países en vías de desarrollo, sino en los países desarrollados también, en donde surgen cada vez más líderes y políticos de matiz autoritario, en donde ellos ganan cada vez más elecciones y obtienen más voz. Esto tal vez sea simplemente una prueba de la decepción de la gente con la democracia, pero si los procesos se van a desarrollar de tal manera que nos vayan a llevar a nosotros a una solución autoritaria de los problemas, en alguna etapa tenemos que decidir que no podemos crear una sociedad dinámica y funcional que le permita la participación a sus ciudadanos en el proceso.

    Esto es algo tan serio, y se discute de una manera tan profunda, que en Canadá hace poco hubo un congreso de Politólogos, en Québec, en donde se llegó a la conclusión que el siglo XXI, como resultado de este tipo de procesos, si éstos no se superan, se transformará en el siglo del autoritarismo. Yo creo que este es un punto de vista pesimista, pero que contiene en sí mismo un análisis correcto de las tendencias con respecto al desarrollo de la democracia, y eso es muy peligroso.

    Nosotros vemos como en los años que siguieron a la guerra fría se rompieron todos los modelos ofrecidos a los países como período de transición; y esto tiene que ver con Rusia, con muchos países de América Latina a quienes le imponían modelos foráneos, modelos extraños que nosotros instaurábamos en países reales que tenían su propia cultura, sus propias experiencias y sus propias mentalidades. En ninguna parte estos modelos se han justificado; más aún cuando resultó que todos vivíamos bajo las indicaciones del Fondo Monetario Internacional y estas maniobras las decidían los gobiernos aquellos que tenían en sus manos la vida de sus países. Es por eso que Rusia, después de una terapia de choque, se encontró en una situación de dificilísima crisis siendo uno de los países más ricos del mundo.

    Aquí en América Latina muchos países disponen de enormes recursos, pero la aplicación de estos modelos hizo que los países se empobrecieran y los colocaran en una situación en donde deben ahora realizar esfuerzos titánicos para entrar en la vía de un desarrollo sostenible y ¿Por qué sucede esto?. Porque nosotros no hemos sido capaces de resolver la tarea primordial, la de prepararnos para actuar en las condiciones de un mundo global. Al salir de la guerra fría se discutió intensamente la creación de un nuevo orden mundial, se habló mucho al respecto, entre ellos yo, también el Presidente Bush, la mayoría de los líderes decían que necesitábamos un nuevo orden mundial, basado en la colaboración, en la cooperación, en la solidaridad, etc, etc. ¡Cuánto se dijo al respecto!. Pero apenas desapareció la Unión Soviética, los Estados Unidos y otros países occidentales decidieron jugar de manera geopolítica y empezaron a luchar por la esfera de influencias y por eso hubo guerra en Europa; esto nos condujo a problemas nuevos en otros países, y sobre todo la globalización nos llevó a grandes cambios en las esferas financieras que abarcaron el sur de Asia, América Latina y también Rusia.

    La falta de gobernabilidad y el carácter salvaje y desbocado del proceso actual es lo que nos impide resolver los problemas de una manera planificada e ir paso a paso para establecer una economía estable, una sociedad estable y un desarrollo sostenible. Otro motivo que quiero decir también, por el cual nos cuesta tanto establecer un nuevo orden mundial, es la falta de una voluntad política común. Usando el caso de la ecología, por ejemplo, quiero decir que nosotros tenemos la siguiente situación ecológica: La población al principio del siglo XX era de 1.6 mil millones, ahora son más de 6 mil millones; a principios de siglo en el mundo se producían 90 mil millones del PIB al año, hoy en día esto se produce en un solo día, se pueden imaginar los enormes recursos que se necesitaban para establecer este potencial de producción en el mundo y esto tuvo consecuencias en el medio ambiente trayendo enormes problemas; y ahora, cuando la amenaza ecológica se ha globalizado, podemos constatar que únicamente estamos contaminando al mundo y sólo podemos garantizarle una vida digna a 1/3 de los habitantes del planeta, mientras que 2/3 atraviesan por enormes dificultades, así, que si seguimos por el camino por el cual hemos ido tradicionalmente, aplicando métodos provisionales, dentro de unas decenas de años vamos a acabar totalmente con la base y los fundamentos de nuestra sociedad y de nuestra existencia. Ya la naturaleza está en peligro, en riesgo, existen dificultades con el agua potable, el agua fresca, y hay que resolver lo más rápido posible este problema.

    En Río de Janeiro, por ejemplo, se establecieron obligaciones, se hicieron declaraciones, pero en estos doce años poco ha cambiado. Tuvieron lugar tres foros mundiales sobre agua potable, pero uno o dos países adoptaron posiciones contrarias a la toma de medidas y por lo tanto estos foros no dieron en nada.

    Yo no entiendo de dónde salen estas voces. Estos foros quedaron en el aire.

    El Protocolo de Kyoto, que prevé la reducción en un 5% de los desechos que se botan a la atmósfera, para evitar el calentamiento del planeta, no funcionó. El Protocolo de Kyoto simplemente no funciona y la responsabilidad de esto está principalmente en las manos de Estados Unidos y de Rusia que no han ratificado eso hasta ahora. Por cierto, los científicos que han ofrecido, o propuesto, el Protocolo de Kyoto, han reducido las emisiones a un 5% nada más, pero al mismo tiempo han dicho que lo deseable es que sea reducido en un 25%.

    Hemos creado una industria y una economía que no puede funcionar sin contaminar la atmósfera. Dos millones de personas no tienen acceso al agua potable, padecen enfermedades, epidemias, y esa gente perece. Tiene que haber una acción diaria de todos los países unidos para poder ver resuelto este problema. Permanentemente vemos una dicotomía entre las palabras y los hechos. A nivel internacional se hacen declaraciones, pero más allá de éstas no pasa nada, y, en consecuencia, debo decirles que echarle la culpa al proceso, las dificultades y los obstáculos por parte de los políticos, son excusas, o disculpas, que hay que rechazar.

    Acordémonos de finales de la década de los cincuenta, e incluso de los ochenta, cuando estábamos bajo la amenaza de una catástrofe nuclear; en aquel momento parecía que no se podría frenar la carrera nuclear, pero los políticos de aquella época se dieron cuenta del desafío histórico, y juntando esfuerzos, la carrera nuclear fue frenada. La tarea ahora es la de seguir cosechando el armamento nuclear y no permitir que se siga creando.
    Si nosotros seguimos actuando como lo hemos hecho hasta ahora, teniendo a las dos terceras partes del mundo como fuente de mano de obra barata, como fuente de recursos baratos para el mundo desarrollado, nos estaremos aproximando a la explosión de una mina que fue enterrada hace mucho tiempo. Ya vemos que la gente sale a la calle porque no quiere vivir en esas condiciones de mendicidad y pobreza extrema; si tomamos en consideración el artículo al que hice referencia antes, que dice que hoy en día los jóvenes hasta los veinticuatro años de edad constituyen la mitad de la población del mundo, que cada décimo de estos jóvenes viven en países en vías de desarrollo, necesitan educación, trabajo y no se les ofrecen posibilidades en la situación que vivimos hoy, no debemos sorprendernos de que esa gente salga a la calle; no nos debe sorprender el que se haya formado un movimiento mundial cuya consigna es “Otro mundo diferente es posible”. La gente quiere decir con esto que el mundo en que vivimos no es aceptable y no podemos mantenerlo de esta forma. Debemos ponernos a la tarea de crear un nuevo mundo, un mundo más humano, más humanizado; un mundo en donde los intereses, el destino y la vida de los seres humanos, esté en primer lugar y no otro interés cualquiera.

    Nosotros resolvemos algunos problemas usando los métodos de fuerza, las órdenes y la presión, y esto simplemente causa una mayor tensión y lleva a mayores protestas en todos los continentes. Hemos llegado a un momento cuando el mundo, la sociedad mundial, debe escoger si se sigue rodando así de esta manera sin dirección, o se garantiza la gobernabilidad del mundo. Debemos reformar las instituciones que van a regular y llevar la vida en dirección correcta, tanto en los gobiernos nacionales como a nivel de las Naciones Unidas y demás organizaciones internacionales. Las tentativas de gobernar el mundo desde un centro, de establecer un gobierno mundial, son simplemente tentativas que no merecen atención.

    En el mundo ya hemos rechazado todas las tentativas de dar órdenes y de recibir órdenes porque ¿A qué nos lleva esto? Lo hemos visto en la crisis de Irak. Prácticamente todo el mundo estaba en contra de esta guerra. La ONU no dio el mandato para esta acción de los aliados, los socios de Estados Unidos estaban en contra, sin hablar de otros, y sin embargo la guerra comenzó.

    El desprecio de la opinión mundial, de la instituciones que trabajan en pro de todo el mundo y de la ONU, nos hizo sufrir un golpe severísimo, pues se consideró que en aquel país de régimen autoritario existía armamento nuclear y eso era una seria amenaza para el mundo. Ese armamento nuclear todavía no se ha descubierto.
    Se creía que la caída del régimen de Sadam Hussein iba a facilitar la situación del Medio Oriente pero todo ha empeorado. El pueblo irakí exige el restablecimiento de su propio gobierno, se considera víctima de una ocupación. Esta es la situación de hoy; y nosotros debemos apoyar de todas las maneras posibles el proceso de restablecimiento de la soberanía de Irak, la elección de un gobierno nacional, la realización de elecciones y la liberación de las fuerzas de ocupación. Se puede enviar fuerzas por mandato de la ONU y el consentimiento de Irak, lo que permitiría al pueblo irakí arreglar su vida; porque lo que se percibe ahora, por parte de la opinión mundial y de los organismos internacionales es que hemos recibido un golpe, y en realidad, con esta actitud, los Estados Unidos ha debilitado su posición en el mundo.

    Yo creo, y todo el mundo está de acuerdo con esto, los que viven en Europa, en Asia, y ustedes que viven tan cerca de Estados Unidos, que ellos son una potencia que dispone de enormes recursos y pueden jugar el papel de líder, sí, de líder; pero no pueden aprovechar esta situación para comandar, imponer y actuar como lo hace, de una manera hegemónica, porque esto aleja a las personas. Pero puede efectivamente jugar un papel importante en el mundo de hoy colaborando con otros países.

    Yo creo que nosotros y los americanos, todos juntos, estamos pagando por las conclusiones a las que han llegado países importantes y grandes después de la guerra fría. Los cambios realizados en la Unión Soviética llevaron a la conclusión de que se había desarrollado un nuevo concepto liberal y que todo esto era a favor de Occidente. Los Estados Unidos se enfermaron de un complejo de vencedor y ese complejo es una enfermedad mucho más grave que el complejo de inferioridad. Los líderes que se encontraron en esa situación se preocuparon verdaderamente poco por el análisis de los procesos mundiales y de cuáles deberían ser las acciones de la colaboración mundial, incluyendo los Estados Unidos en estas condiciones.

    Resulta que los fuertes del mundo actúan desde un principio, cuando deberían usar más la inteligencia, y asumir más responsabilidades con cada paso que dan. Yo considero que es sumamente importante para todos nosotros escuchar las opiniones de otros países, sobre todo de los medianos y pequeños países, aquellos que si consiguen lograr algo en su historia y desarrollo, lo hacen gracias al intelecto, a la laboriosidad, a la organización, y no a cuenta del aprovechamiento de la situación de otros. La opinión de esos países debe tomarse en cuenta, junto con la de organizaciones internacionales como la ONU y otras estructuras. Esta es la tarea que debemos resolver ahora, sin mayor dilación.

    Hoy, contestando las preguntas de los periodistas con relación a su propio país, Venezuela, les dije que es muy importante tener en cuenta que si ustedes decidieron ir por la vía democrática, si disponen de un gobierno establecido legalmente, incluyendo al presidente, esta elección debe ser respetada. Si el 80% de la población de Venezuela vive en la pobreza, ellos tienen el derecho de hacer preguntas fuertes, incluso salir a las plazas, hacer preguntas como por qué un país rico lleno de recursos se han resuelto los problemas de la manera como se ha hecho hasta ahora para garantizar una vida digna. Creo que no hay que buscar las diferencias, sino tratar de unir esfuerzos, no permitir una división y una confrontación peligrosísima que puede llevar el país al caos y hacer que retroceda muchísimos años. Hay que conversar y dialogar; la opinión pública, las instituciones públicas, las empresas y los representantes del gobierno. No puede haber ventajas para unos y desventajas para otros. Este es un proceso que debe conducir a todo el mundo a un contrato nacional, al entendimiento de los intereses que están por encima de los intereses personales. Y ciertamente, en primer lugar debe estar la lucha contra la pobreza. Yo creo que no debe haber ningún otro enfoque; pero, en vista de que los periodistas me preguntaban eso, yo les di mi opinión: hoy en día, la confrontación y las diferencias pueden tener consecuencias muy graves, difíciles y peligrosas.

    Quería decir unas palabras específicamente sobre las empresas. Las empresas, tanto en el pasado como hoy en día, se han ocupado de llevar a cabo sus funciones de manera efectiva para garantizar los ingresos; pero debo decir que hoy el éxito de las empresas, de cualquier compañía, dependerá enormemente de cómo actúe en relación con la solución de los problemas sociales y económicos. No se puede desarrollar una empresa exitosa durante años ignorando las necesidades de la sociedad donde actúan. No puede funcionar sin prestarle atención tampoco a las consecuencias ecológicas.

    El papel del gobierno en el último decenio, lo que se ha discutido en el Consenso de Washington, nos llevó a que algunos países en vías de desarrollo, al pasar a una economía de mercado, perdieran el control y ganaran aquellos que vivían de la corrupción; en donde los gobiernos no actuaron con efectividad fueron éstos los que se aprovecharon de la situación mientras que el país salió perdiendo, y ahora se encuentran en una situación en la cual tienen que resolver los problemas sin demora, sin posponerlo más.

    No se puede enfrentar el pasado usando el programa establecido por el Consenso de Washington. Debo decir que los propios Estados Unidos, en la época de Clinton, aumentaron la participación del estado en la solución de los problemas sociales y económicos, y sobre todo, en lo que tiene que ver con la innovación y la educación. El mercado por cuenta propia no resuelve estos problemas. Esto lo han visto los americanos; se han dado cuenta de esto y han aumentado el papel del gobierno en estos sectores, mientras que tratan de vender modelos que disminuyen el papel del gobierno cuando en realidad lo más conveniente sería lo contrario.

    Miren lo que ha pasado que es muy interesante. La vida nos ha mostrado los resultados económicos en la mayoría de los países que adoptaron, en momentos críticos, esta ideología liberal y radical: terminaron rezagados, sobre todo nuestros países. Pero en Malasia y China, que no siguieron el consejo del FMI, desarrollaron su economía tomando en consideración el pragmatismo con lo cual han evitado derrotas económicas y grandes fracasos.
    Quisiera decir unas cuantas palabras más con respecto a lo que ha pasado en los últimos diez años en Europa. Aumentó la Unión Europea y ahora participan veinte países que son miembros de la comunidad europea con lo cual la Unión Europea adquirió una nueva fase de desarrollo. Nosotros admiramos mucho estos logros y la experiencia que tienen ellos en la cooperación y la colaboración. Esos países representan diversas culturas, diversos idiomas, y por eso el éxito de la Unión Europea es el éxito de todos nosotros.

    Podemos aprender cómo dirigir esta colaboración para que todo el mundo salga ganando; ciertamente una mayor ampliación de la Unión Europea ya está un poco limitada y de esto habló Prodi, el presidente del comité; dijo que tal vez se aceptarán unos cuantos estados más y después se cerrarán las puertas para evitar una sobrecarga del sistema. En relación a esto, yo creo que se justifica el punto de vista que he defendido los últimos dos o tres años. Nosotros no debemos construir una Europa unida sólo con la parte del este y la del occidente.

    Antes, en vísperas de la ampliación de la Unión Europea, Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán, ratificaron en las sesiones del parlamento un acuerdo para crear una unión económica de estos cuatro países. Esto es un enorme paso. No se si esta unión se limitará a estos cuatro primeros socios, o si será ampliado en el futuro permitiendo la participación de otros; pero estos cuatro países representan hoy el 80% de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, territorio con casi ciento veinte millones de habitantes. Creo que el desarrollo de esta unión económica y la colaboración de estos gobiernos creará un nuevo socio para la Unión Europea. Ellos ya están muy vinculados a través de discusiones y acuerdos, pero tal vez puedan verse más vinculados con la colaboración económica que pueden llevar a la Europa unida, como al resto del mundo, porque disponen de un enorme potencial económico, cultural, histórico, etc.; pueden transformarse en la locomotora del cambio para lo mejor, porque serían un socio, tanto para los Estados Unidos, como para China y otros países.

    Por eso creo que en Europa el acontecimiento observado es muy importante para el futuro. En Rusia las cosas son difíciles; tratamos de salir del caos que heredó Putin de Yeltzin. Rusia se ha levantado después de haber estado arrodillada y está reuniendo fuerzas para seguir adelante. Todo esto tendrá que hacerse en el segundo período presidencial del presidente Putin; si el presidente Putin entiende su función de esta manera y aprovecha todas las autorizaciones y poderes recibidos en la última sesión, entonces podrá llevar a buen término esta labor. Todo el mundo aprecia los pasos concretos que él realiza para mejorar la situación, para que Rusia sea un país fuerte y dinámico; si él aprovecha el poder recibido para seguir por esta vía recibirá apoyo, y esto va a tener una gran importancia, tanto para Rusia como para Europa y el resto del mundo.

    Sucede muchísimo, aquí, en Europa y en todo el mundo, todos nos enfrentamos al momento de decidir que vamos a colaborar y a juntar esfuerzos para establecer un nuevo orden económico mundial. Ya El Papa dijo que necesitamos un nuevo orden mundial que sea más estable, más justo y más humano. Estas son palabras de oro. No es un proyecto elaborado; son directrices que todo el mundo debe considerar y que tienen que ver con el establecimiento de ese nuevo orden mundial.

    Superando los obstáculos y las dificultades podremos crear un nuevo mundo. Ese mundo que todos soñamos y que esperamos construir ahora.

    En este sentido yo sigo siendo un activista.

  • Una vez más Banesco ofreció un espacio para la paz y la reconciliación, en ocasión de la segunda edición de Palabras para Venezuela con motivo de la inauguración de Ciudad Banesco. En esta oportunidad escuchamos los mensajes de dos Premios Nobel de la Paz: Mikhail Gorbachev y Oscar Arias, figuras que han demostrado con hechos y palabras que creen en el diálogo y la tolerancia.

    El encuentro reafirmó nuestro compromiso social con el país, en un acto lleno de esperanza por un mejor porvenir, en comunión con más de tres mil invitados: clientes, relacionados y amigos, así como también con la audiencia que nos siguió a través de los medios de comunicación nacionales e internacionales.

    Ocasión para honrar a nuestros socios sociales. Este homenaje destaca la labor de los héroes cotidianos que con su esfuerzo y compromiso construyen día a día la Venezuela que queremos a través de: Fe y Alegría, FUNDANA, Cruz Roja, Casas Don Bosco, Funda-Parálisis Infantil, UCAB, Sociedad Anticancerosa, IESA, Museo de los Niños, AVEC, Damas Salesianas y Fundación Excelsior.

    Todos ellos han podido construir este momento. Gracias.

     

    Palabras de Oscar Arias

    Es para mí, motivo de gran alegría, como siempre, estar en Caracas, esta vez con ocasión del encuentro: Palabras para Venezuela, compartiendo reflexiones y pensamientos con líderes de la talla, por ejemplo, de un Mikhail Gorbachev. Esto me obliga a expresar mi sincero agradecimiento a los organizadores de este evento, particularmente a BANESCO -en la persona de su presidente don Juan Carlos Escotet Rodríguez-, así como a todos los asistentes y, fundamentalmente, a los venezolanos que, aún inmersos en una situación muy difícil, no pierden la generosidad ni la hospitalidad y me han honrado con esta invitación.

    Queridas amigas y amigos:

    Un par de décadas atrás mis palabras de hoy habrían sido muy distintas. Habrían versado, con seguridad, sobre la urgencia de detener la sangría que, en aquel momento, cegaba toda posibilidad de futuro a Centroamérica y convertía a nuestros países en tierra seca para el germen de nuestros sueños. Habrían versado sobre la urgencia de salvar a los niños y jóvenes de una muerte inútil en guerras que no engendraron más que miseria, amarguras y sufrimiento.

    En las conflagraciones que agobiaron a Centroamérica hace más de 20 años, fallecieron más de doscientos mil hombres, mujeres y niños que aspiraron -en vano- a portar el nombre de ciudadanos. Pocos países tolerarían la sangría que sufrimos: comparados con la población total, murieron veinte veces más centroamericanos que los jóvenes norteamericanos caídos en Vietnam. Mucho ha cambiado desde entonces. En las dos últimas décadas, Centroamérica y el resto de nuestro continente experimentaron un notable resurgimiento de la democracia que nos llenó de optimismo sobre nuestro futuro. Hoy, sin embargo, tenemos muchas razones para preguntarnos cuán profunda y sostenible es esa democracia que tanto costó alumbrar. Tenemos elecciones periódicas pero, al mismo tiempo, 210 millones de latinoamericanos -el equivalente a la población entera de Brasil y Argentina- se hallan sumidos en la pobreza, casi 100 millones de ellos en la miseria extrema. En estas condiciones no es fácil hallarle un significado al ejercicio del sufragio. Privada de toda posibilidad real de participación en el sistema político, esa multitud de pobres nos recuerda que los problemas fundamentales de nuestra región están todavía muy lejos de su solución. Nos recuerda, también, que ni la globalización, ni el crecimiento económico, ni las instituciones democráticas crean certezas, sino únicamente posibilidades. Nunca encontraremos soluciones duraderas a nuestros enormes problemas si los dirigentes de nuestros países no hacen de la ética y la racionalidad algo más que una pose o un lema de campaña. Nunca encontraremos un rumbo cierto en nuestro viaje a la modernidad, si nos cegamos a la profunda brecha que separa a ricos y pobres en América Latina, un abismo que ha contribuido a hacer de nuestra historia política un ciclo interminable de violencia, populismo y autoritarismo. Como lo prefigurara uno de los más grandes escritores de nuestras tierras, nuestra estirpe no tendrá más destino que la soledad perpetua si insiste en creer que es posible tener democracias en medio de la más ofensiva injusticia.
    El entusiasmo que saludó en América Latina el ascenso al poder de regímenes popularmente electos ha ido desvaneciéndose, con pocas excepciones, de manera continua y generalizada. Las democracias latinoamericanas libran actualmente una lucha decisiva por mantenerse a flote en medio de descontrolados niveles de violencia social y apatía que las ponen al borde de la ingobernabilidad. La contradicción más aguda cada día, entre un sistema que aceleradamente crea necesidades de consumo en los individuos mientras niega a la mayoría la posibilidad de satisfacerlas, ya no se manifiesta por medio de la insurrección armada, sino mediante la delincuencia.

    La disminución de la pobreza es un deber ineludible del sistema democrático. Mientras las democracias pospongan la solución del problema de la pobreza, están incumpliendo su responsabilidad básica de proteger la dignidad humana. En la pobreza residen el germen de la desesperación y de la inestabilidad social que privan de legitimidad a cualquier gobierno, aún cuando éste se declare democrático.

    Entender esto es crucial, pero también es crucial comprender que hacer posible la justicia, la vida digna, la seguridad de las personas y la libertad misma tiene un costo material que sólo puede ser satisfecho con la eficiencia económica. La eficiencia económica no es sólo la mejor asignación de los recursos para transformar la naturaleza en riqueza. Eficiente es aquel sistema económico que hace posible sustentar materialmente los valores humanos que nos son más preciados, que hace posible, precisamente, el logro de la justicia, la vida digna, la seguridad de las personas y su libertad. La eficiencia económica es meramente un medio, no un fin al que se subordinan los valores que nos dan sentido como seres humanos.

    La suerte de las personas y de las naciones no puede depender, exclusivamente, de los resultados de la competencia entre intereses y egoísmos particulares. Tanto el sector productivo privado como el Estado, deben inspirarse en la búsqueda del bien común. Ambos deben propender a convertir las nuestras en sociedades desarrolladas. Pero alcanzar un grado aceptable de desarrollo presupone haber logrado:

    En el orden político, el respeto riguroso de los derechos humanos y la vigencia de la democracia sin peligros de retroceso.

    En el orden económico, la eficiencia creciente en el uso de los recursos con el fin de asegurar el desarrollo y la prosperidad compartida.

    En el orden cultural y espiritual, la libertad y el estímulo necesarios para que cada colectividad y cada individuo cultiven sus aptitudes y practiquen sus creencias, sin más limitación que el respeto debido a la diversidad ajena.
    En lo ético, la verdad y la transparencia en las relaciones entre la sociedad y sus dirigentes.

    En lo ecológico, la conciencia de que existe un compromiso con la especie humana como conjunto, incluyéndose dentro de ella a quienes aún no han nacido, cuyo disfrute del banquete de la vida podría ser impedido por nuestra incuria y nuestra voracidad.

    La realización de estas metas depende, en un alto grado, de la buena práctica del gobierno. La democracia debe sustentarse en principios tales como la justa representación política, las elecciones libres, la igualdad de derechos, el respeto de las libertades individuales, la rendición de cuentas, la tolerancia y la resolución pacífica de los conflictos. Y todavía más importante que lo anterior es que el régimen político tenga como pivotes fundamentales a los derechos humanos, que garantizan, a cada ciudadana y ciudadano la posibilidad de vivir en paz y sin temor. Sólo en una atmósfera tal pueden las personas contribuir a la construcción de su propio futuro y, al mismo tiempo, disfrutar de una justa participación en progreso social y económico. Sólo de esa manera puede, cada miembro de la sociedad, forjarse su propio destino. Sin la protección de los derechos humanos, simplemente no hay democracia. El Estado democrático se basa esencialmente, en el respeto a estos derechos.

    La democracia no es un fin en sí mismo, ni tampoco consiste en la simple combinación de un conjunto predefinido de instituciones. La democracia es el medio para alcanzar un fin: garantizarle, a cada miembro de la sociedad, su realización personal y la oportunidad de dar su aporte a la armonía y al bienestar social. La democracia debe ser capaz de proteger, cada vez mejor, los derechos de todas las ciudadanas y de todos los ciudadanos; no solamente sus derechos políticos, sino también su derecho a disfrutar de una vida plena y digna. Los Estados no deben tener la prerrogativa de decidir cuáles derechos protegen y cuáles no protegen. Del mismo modo que es absurdo fragmentar el concepto de libertad y definirlo sobre las base de una selección arbitraria de sus componentes, resultaría inaceptable fragmentar la noción de derechos humanos y esperar que con sólo una parte de ellos, se pueda definir el concepto de democracia.

    Para que la democracia goce de legitimidad, sus instituciones tienen que brindar a todos los ciudadanos la oportunidad de participar en la toma de decisiones, así como de actuar -en forma responsable y consciente- dentro del sistema político. Por ello, es lamentable observar cómo en muchos países, incluso en aquellos en los que el restablecimiento de la democracia ha significado grandes sacrificios, la participación ciudadana en los procesos electorales es extraordinariamente baja. Y aún más lamentable es ver cómo quienes participan no siempre ejercen su derecho con plena conciencia de su responsabilidad. El debilitamiento de esa conciencia, la creencia de que el sufragio es una forma irrelevante de participación política, que puede ser ejercido con levedad absoluta y sin pensar en las consecuencias, es el preludio de grandes e inexplicables catástrofes. Baste recordar que en las elecciones parlamentarias celebradas en marzo 1933 – en la patria de Beethoven, de Goethe y de Thomas Mann-, el Partido Nacional Socialista obtuvo legítimamente una aplastante mayoría. Así quedó abierto el acceso de Hitler al poder absoluto, el más corrupto de los poderes. Sí, como decía antes, la democracia es incompatible con la injusticia, es igualmente incompatible con la irresponsabilidad generalizada de los ciudadanos.

    Hoy, América Latina habla, con sana preocupación, de fortalecer y profundizar nuestros sistemas democráticos que, con todas sus carencias y precariedades, siguen siendo infinitamente mejores que las satrapías del pasado. Con esperanza, y no poca trepidación, debemos creer en la posibilidad de construir un mundo nuevo. Todos hemos sido victimas de una creencia incorrecta, pero popular, según la cual los individuos se clasifican en dos categorías: aquellos que piensan y aquellos que actúan. Pero como expresa Neruda, la realidad es mucho más compleja. El ideal y la razón, el pensamiento y la obra, son aspectos duales de un compromiso total, el “pan de cada día ” que proponemos entregar a la familia humana.

    Nunca debemos perder la fe de que la democracia es el único sistema de gobierno capaz de construir un mundo nuevo, digno de ser vivido. Nunca debemos perder la fe de que la democracia es el único sistema político que nos da a todos la posibilidad de participar activamente en la construcción de ese futuro mejor.

    Pero la democracia no basta. Para construir ese futuro mejor es imprescindible asumir no meramente el compromiso cívico y republicano que demanda la democracia, sino un compromiso más íntimo, más personal, más espiritual y mucho más fundamental, con la tolerancia y la solidaridad. Sólo tendremos un futuro como especie si nos mostramos capaces de comprender el punto de vista del otro, del que no piensa ni ve el mundo como nosotros, del que, por razones puramente accidentales, no habla como nosotros, no ora como nosotros, tiene un concepto de la belleza diferente al nuestro y lleva el rostro y el espíritu marcados por creencias diferentes a las nuestras.

    La época moderna, con sus extraordinarios avances en la tecnología de las comunicaciones, alberga la posibilidad de activar vínculos de solidaridad y tolerancia de una extensión apenas sospechada. Quienes trabajamos desde las poderosas tribunas de la comunicación moderna -escritores, periodistas, publicistas, ministros religiosos, actores, políticos- constatamos día a día el poder de esos medios para promover el amor y la solidaridad entre personas de diferentes culturas, religiones o idiomas. Los avances en la comunicación siempre inspiran una ola de optimismo. El mensaje inaugural de la primera línea telegráfica fija que conectó a Europa con América en 1866, enviado por la Reina Victoria de Inglaterra al Presidente Buchanan de los Estados Unidos, decía, no por casualidad, “Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra paz y buena voluntad a todos los hombres”.

    La interdependencia que los seres humanos seguimos construyendo mediante el desarrollo de las comunicaciones y de la integración económica y cultural, constituye un signo de civilización del que debería surgir un sentimiento de solidaridad y de optimismo. Se pueden romper las distancias, podemos borrar las fronteras y reducir a pasos agigantados las barreras lingüísticas, económicas, ideológicas y culturales para acercarnos a una época dorada en la que sería posible compartir el bienestar material y el talento de los más afortunados y disfrutar, en libertad, lo diverso de las culturas.

    Pero, una vez más, lo que tenemos son posibilidades y no certezas. La solidaridad y la empatía no son resultados inevitables de ninguna transformación tecnológica. A fin de cuentas, así como técnicamente es posible que nos escuchemos o nos miremos cara a cara, desde un confín a otro del planeta, ocurre también que hasta en el más apartado rincón de la tierra escuchan los gritos de horror proferidos por los que sufren la soledad impuesta por la indiferencia y el desamor. Aprovechando los mismo medios de comunicación que deberían alentar la esperanza y la fraternidad, las sociedades humanas siguen cometiendo la perversión de institucionalizar afectos que, disfrazados de amor, tienen como finalidad la degradación de la vida humana. Hay formas de nacionalismo, del misticismo, del sectarismo, de la intolerancia, del fanatismo racial, de la arrogancia lingüística o cultural que, bajo los disfraces del amor y la fraternidad, no son sino meras coartadas que incitan a la desnutrición y a la muerte. Los medios de comunicación modernos coexisten con infinitos desiertos de silencio y soledad.

    En soledad, muere cada niño bajo la metralla en las ciudades en estado de guerra, y en soledad sufre cada prisionero en los campos de concentración que siguen abiertos en el mundo.

    En soledad, nuestros hermanos de África padecen la tortura de ver morir de hambre y enfermedad a sus hijos.
    En soledad, los ancianos de las ciudades más ricas del mundo viven, humillados, en medio de la violencia y la miseria.

    En soledad, los jóvenes más prometedores del mundo se ven arrastrados hacia el infierno de la drogadicción.
    Encaran la siniestra soledad de la ignorancia los millones de niñas y niños del mundo que nunca conocerán el alfabeto.

    De soledad están empedrados los duros caminos que recorren por el mundo, millones de desplazados por la guerra y la miseria.

    Muros de soledad rodean a los enfermos que no tienen acceso a las maravillas de la moderna ciencia médica, mientras que los frutos de su trabajo son consumidos por los gobiernos en el absurdo incremento del gasto militar.

    Estas formas de soledad nos hacen preocuparnos por el futuro de nuestra especie. Debemos saberlo: ninguna transformación tecnológica hará posible el nacimiento de una fraternidad humana, si no va acompañada por una profunda transformación ética.

    Rechazar la guerra y el militarismo es acaso el más importante de los imperativos de esa transformación ética. Todos nosotros somos hijos del siglo veinte y no queremos que las tragedias que nuestros pueblos han sufrido, de las que hemos sido testigos, se repitan en las próximas generaciones. Ustedes saben que el más intenso de mis empeños políticos es la lucha contra la guerra y contra los preparativos para la guerra.

    Creo en la causa de la paz, y rechazo la idea que algunos proponen de una paz armada. Rechazo el proverbio según el cual, si deseamos la paz, debemos prepararnos para la guerra. Porque creo en el amor pienso que toda política debe estar encaminada hacia la búsqueda de la paz sin adjetivos y desde luego, estoy contra el aumento de los gastos militares.

    Mi dedicación a esta causa proviene de la reciente y dolorosa historia de las Américas. No sabemos, a ciencia cierta, cuántos niños nicaragüenses, salvadoreños y colombianos no crecieron en medio de los juguetes, de los libros y entre maestros, sino en medio de los campos de entrenamiento y de batalla cargando sobre sus hombros y disparando armas de fuego junto con adultos que, probablemente como ellos, solo aprendieron a matar.

    Sabemos que fueron muchos los niños soldados, que muchos de ellos murieron cuando aún no habían aprendido a jugar ni a leer, y que los demás vieron llegar la paz cuando ya se habían convertido en adultos sin futuro. Pero los niños latinoamericanos tampoco son los únicos que padecen los efectos de la violencia armada. Hace poco recibí la impactante noticia que, de 1979 a 1998, sólo en los Estados Unidos, han muerto -por heridas de bala- más de 50.000 niños. Esos niños murieron en sus hogares, en sus escuelas y en sus vecindarios por accidente o por acción deliberada de sus familiares, sus condiscípulos o sus amigos. En verdad es sumamente peligroso ser niño en tierras americanas.

    Mis esfuerzos por lograr que se reduzca, en todo lo posible, el gasto militar en los países en vías de desarrollo, y por inducir a los gobiernos a que destinen mayores recursos en el denominado “gasto” social, es claro que obedecen a una inclinación ética personal. Sin embargo, mis convicciones también se basan en una lección incontrovertible de nuestra historia: la importancia de la educación en el desarrollo de las naciones. En la medida en que las sociedades latinoamericanas se resistan a invertir masivamente en la educación de sus pueblos, continuarán inextricablemente sumidas en el subdesarrollo, el autoritarismo y la desintegración social.

    Para consolidar la democracia se hace indispensable llevar a cabo un gran esfuerzo educativo. Por intermedio de la educación las masas anónimas pueden convertirse en ciudadanía responsable e individualizada. La educación nos permitiría descartar, de una vez por todas, la inveterada y falsa creencia latinoamericana que alguna vez señalara un gigante intelectual de esta tierra, Arturo Uslar Pietri: la creencia de que es posible crear repúblicas sin verdaderos republicanos.

    El futuro de América Latina depende, fundamentalmente, de que nuestras sociedades comprendan la urgencia de iniciar una auténtica cruzada educativa, y de que nuestros líderes reconozcan que se requieren ingentes recursos para llevarla a cabo.

    No es fácil ser profeta en América Latina. Por más que hayamos avanzado mucho en la construcción de regímenes democráticos, todavía hoy no es posible, seriamente, hacer profecías sobre el destino luminoso de nuestra región sabiendo, como sabemos, que en el pasado tales predicciones fueron derrotadas, una y otra vez, por nuestra proverbial incapacidad para erradicar las conductas políticas y las estructuras sociales que nos condenan al subdesarrollo. La historia de nuestros pueblos es un cementerio de oportunidades de progreso cruelmente desperdiciadas.

    No hay en las estrellas escrita una página en donde se decrete la consolidación perpetua de las libertades. No hay tampoco un edicto en donde se ordene el paso inexorable de nuestras sociedades hacia un bienestar económico que, hasta el día de hoy y por centurias, sólo ha sido un banquete para elegidos.

    No hemos sido, ni hemos tenido buenos profetas. Es posible, especulo, que tengamos una especie de afición por el azar, y simplemente hayamos soñado, como sueña el jugador empedernido, que al desvanecerse las cifras del siglo XX llegarían a nosotros, gratuitamente y sin que supiéramos de dónde, la democracia, la prosperidad, la justicia, la paz, la igualdad, el desarrollo, en fin, el hielo. Exactamente como llegó el hielo a Macondo, en Cien Años de Soledad. Eso no ha sido y no será así. Me temo que sólo se cumplirán aquellas profecías y darán frutos aquellas oportunidades de bienestar que alimentemos con compromiso, inteligencia, honestidad, esfuerzo, perseverancia y responsabilidad.

    Los invito a que, con todos esos atributos, convoquemos a una alianza para hacer realidad el ideal de Bolívar, una alianza para la libertad y la democracia en América Latina, una alianza para la justicia, el desarrollo y la paz. Es la hora de que quienes creemos en la libertad y en la democracia como las únicas armas para superar la injusticia, cerremos filas y nos unamos indisolublemente.

    Los invito para que, juntos, como protagonistas, escribamos un nuevo capítulo de nuestra historia, unidas la imaginación y la memoria. Escuchemos a Jorge Debravo, el poeta costarricense cuya voz nos llama:
    “Oídnos trabajar. Vamos a crear el mundo. Con pasos y con ojos vamos a crear el mundo. Con lo mejor de todas las edades vamos a construir el mundo. Asidos a esta nueva manera de mirar vamos a construir el mundo. Con los huesos de todos nuestros padres vamos a construir el mundo. Ladrillo por ladrillo, hombre por hombre vamos a crear, de nuevo, el mundo”

    Muchas Gracias.

  • Una vez más Banesco ofreció un espacio para la paz y la reconciliación, en ocasión de la segunda edición de Palabras para Venezuela con motivo de la inauguración de Ciudad Banesco. En esta oportunidad escuchamos los mensajes de dos Premios Nobel de la Paz: Mikhail Gorbachev y Oscar Arias, figuras que han demostrado con hechos y palabras que creen en el diálogo y la tolerancia.

    El encuentro reafirmó nuestro compromiso social con el país, en un acto lleno de esperanza por un mejor porvenir, en comunión con más de tres mil invitados: clientes, relacionados y amigos, así como también con la audiencia que nos siguió a través de los medios de comunicación nacionales e internacionales.

    Ocasión para honrar a nuestros socios sociales. Este homenaje destaca la labor de los héroes cotidianos que con su esfuerzo y compromiso construyen día a día la Venezuela que queremos a través de: Fe y Alegría, FUNDANA, Cruz Roja, Casas Don Bosco, Funda-Parálisis Infantil, UCAB, Sociedad Anticancerosa, IESA, Museo de los Niños, AVEC, Damas Salesianas y Fundación Excelsior.

    Todos ellos han podido construir este momento. Gracias.

     

    Cierre de Luis Xavier Luján

    Acabamos de escuchar a Oscar Arias y Mikhail Gorbachev, cuyas palabras honran a esta segunda edición de Palabras Para Venezuela.

    Me corresponde, incluso a nombre de todas las personas que esta noche han tenido a bien acompañarnos, decirle a nuestros dos invitados que haberles recibido es honroso e inolvidable para cada uno de nosotros.

    No sólo enaltecen la inauguración de Ciudad Banesco, sino que dejan entre nosotros un magnífico conjunto de experiencias y reflexiones que todos podemos aprovechar. Nuestra Venezuela, más allá de las dificultades, continúa su búsqueda colectiva en el afán de convertirnos en un país mejor, más justo y en el que todos tengamos una buena razón para luchar y legar a las futuras generaciones un porvenir alentador.

    No es una coincidencia el que hayamos escogido este tipo de encuentro para inaugurar esta nueva sede. Ciudad Banesco es mucho más que un amplio edificio para trabajar y responder a las necesidades de nuestros empleados y clientes.

    Esto es la culminación de un proyecto, concebido y diseñado para hacer más eficiente la función bancaria, que es nuestra mayor responsabilidad.

    Hace ya más de cinco años que estamos trabajando en una organización que sea capaz de adquirir y poner en práctica todo el conocimiento mundial disponible en la materia de los procesos bancarios.

    Hemos revisado cuáles son las mejores prácticas, así como las mejores tecnologías existentes y las próximas a surgir en el mercado; hemos investigado cuál es el futuro previsible de esta actividad y cuál podría ser el estado del arte en el funcionamiento de esta organización.

    Este edificio es sólo una parte de nuestra respuesta, una expresión del proceso de cambios internos que hemos asumido. Lo hemos llamado el Proyecto Fábrica: se trata de un profundo proceso de reingeniería, que ha significado mutar nuestros modos y procedimientos de trabajo, hacia formas y modelos más avanzados y competitivos que, para ser puestas a punto, requerían de grandes espacios libres que nos permitieran organizarnos en cadenas de procesos, automatizados y eficientes.

    Este proyecto es parte de nuestra voluntad de actuar como una empresa socialmente responsable. Hemos lanzado una campaña de responsabilidad social orientada al aporte de ideas, conocimientos y recursos financieros, que incluye la participación de nuestros empleados, nuestros clientes y de otros muchos sectores con los que tenemos relaciones, y que comparten con nosotros la visión de hacer el mejor esfuerzo por ser mejores y comprometidos con el país.

    Frente la situación del país, nuestra respuesta es el apoyo al productor agrícola; es el asesoramiento y la gestión al cliente de su carta de crédito; la respuesta, cada vez más rápida y precisa a los trámites de importadores o de ciudadanos y empresas que solicitan nuestro apoyo para el financiamiento de proyectos industriales, de viviendas o de otro tipo.

    Por todo esto hemos inaugurado Ciudad Banesco: nuestra meta es ser cada día mejores banqueros, ciudadanos comprometidos con la misión de ser socialmente responsables. Nos interesa aportar elementos a todo pensamiento que señale soluciones a los problemas del país, y por ello le pedimos a Oscar Arias y a Mikhail Gorbachev que nos honrarán con su presencia esta noche.

    Desde que Banesco fue fundado en 1992, son muchas las cosas que hemos aprendido e incorporado a nuestra manera de pensar y actuar. Sabemos que, en lo esencial, somos una organización joven, cuyo camino ha sido y es alumbrado por las huellas y por el ejemplo de muchos ciudadanos, de quienes hemos recibido innumerables y hondas enseñanzas.

    Hay en la diversidad de los intercambios y relaciones que mantiene una estructura como esta, una riqueza invalorable por el tipo de enseñanzas que todos los días aparecen ante nosotros. Productores del campo; profesionales de todo tipo; empresarios pequeños, medianos y grandes; intelectuales, artistas y periodistas; voluntarios y activistas de causas nobles; estudiantes y gente que anda por la vida con proyectos; artesanos e industriales: a todos los escuchamos, de todos aprendemos.

    Si tuviésemos la ocasión de pronunciar los verbos del futuro, no dudaríamos en proclamarlo con nuestras mejores energías: enseñar y aprender, aprender y enseñar, tales son las piezas de un posible y virtuoso circuito que, como su producto más elevado, puede conducirnos a un modelo social más justo, sostenible y próspero.

    A lo largo de los últimos años el compromiso de promover a la educación se ha convertido para nosotros en la mayor de nuestras causas, en el aliento y destino de la inversión que hacemos en programas de responsabilidad social.

    Hemos aprendido que, no importa a qué actividad uno se dedique, la relación con el país es inexcusable y necesaria. Pensar en la construcción de una plataforma sostenible, de modo que todos los sectores de la sociedad encuentren su mejor lugar, no será posible si todos los actores no dedicamos parte de nuestros talentos y vocaciones a escuchar a todo aquello que está más allá de nosotros mismos.

    Una pregunta podría ser formulada: ¿Ocupa en este momento venezolano, signado por carencias y por el incremento de los indicadores de la pobreza, ocupa la responsabilidad social un lugar relevante en la jerarquía de la sociedad?

    Me atrevo a pensar que no. Que en relación con la realidad social, cultural, educativa y económica del país, es todavía demasiado bajo el aprecio que se le otorga a la participación de otros actores que podrían sumarse a la acción del Estado y de la propia sociedad, en la solución de algunos de sus problemas.

    La tarea de elaborar y ejecutar una estrategia para promover un mayor y mejor sentido de responsabilidad social entre las empresas, debería ser simultánea a una que, dentro del propio Estado, en el seno de las organizaciones gubernamentales, cree una cultura de la asociación, del intercambio, del esfuerzo compartido con otras organizaciones.

    Diría que debemos comunicar, simplificar, hacer accesible la idea misma de responsabilidad social. Debemos decirles a los empresarios, de cualquier tamaño y donde quiera que se encuentren, qué significa cultivar la responsabilidad social de las empresas, y cuáles son los inmensos beneficios que ello reporta a la sociedad, a la convivencia, al desarrollo de la sociedad y a la conformación de un mejor ambiente de negocios.

    Si nos permitimos examinar todo esto desde una perspectiva generosa, y nos preguntamos qué le estamos diciendo a los empresarios y a la opinión pública, cuando les decimos hay que promover la responsabilidad social, les estamos diciendo, hay que hacer país. Les estamos diciendo, la tarea de hacer país también le compete a los gremios y a las empresas.

    Quizás ha llegado el momento de arrancar una nueva etapa de la responsabilidad social en Venezuela. Palabras Para Venezuela es sólo un espacio de reflexión que quiere contribuir a promover una atmósfera de diálogo y de esfuerzo compartido. Ojalá que ello sea compresible, no sólo para quienes estamos aquí reunidos. A todas las personas que están más allá quisiéramos dejarles este mismo mensaje: debemos abrir nuestro espíritu, aprender a escucharnos y respetarnos. Sólo así nos encaminaremos al futuro de nuestros sueños.

    Para cerrar esta jornada sólo nos queda expresar nuestra gratitud a las innumerables y magníficas personas que, en todas partes de Venezuela, hacen posible las causas y los programas de acción a favor de las comunidades. Son educadores, religiosas, médicos, entrenadores, dirigentes civiles y cientos de miles de personas que, bajo el impulso de la buena voluntad, han dedicado sus vidas al bienestar de los demás.

    Nosotros nos hemos permitido llamarlos, los ‘héroes cotidianos’ de la sociedad venezolana. A una representación de ellos hemos invitado para cerrar este acto. Yo les pido, a nombre de nuestra voluntad de ser solidarios, que los recibamos con el mejor de nuestros aplausos:

    • Por la Asociación Venezolana de Educación Católica, la Hermana Josefina Williams Cestary e Isabel Castellanos;
    • Por la Asociación de Damas Salecianas, Maruja Mayorca y Luis Alfonso Rodríguez;
    • Por Casartes, María Trinidad de Ortiz y Rubén Ortiz;
    • Por Cruz Roja de Venezuela, Gustavo Gómez, Manuel Gonzalo Lema y Carlos Sánchez;
    • Por Fe y Alegría, Julio Lisboa y Joanel Peralta;
    • Por Fundación Contra la Parálisis Infantil, Julián Blanco;
    • Por Fundana, Estela de Abreu, Arlys Álvarez y Cándida Barrios Terán;
    • Por la Fundación Excelsior, Bibiana Buendía;
    • Por el Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA, Rosa Amelia González y Noel Enrique Martínez;
    • Por Fundación Museo de los Niños, María Alejandra Requena y Carlos Méndez;
    • Por la Red de Casas Don Bosco, Moisés Salvador Fernández e Ismael Cárdenas;
    • Por la Sociedad Anticancerosa, Hermana Teresita Taborda y Omar Fresca.

    Muchas gracias.Muy buenas noches.

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