Muchedumbre de uno
Para Florencio Quintero, la multitud es un punto de partida. La lengua suele reducir el término al espesor del gentío, pero en Muchedumbre de uno este psicoanalista ha convenido en reasignarlo a los temas que animan su visión poética. Desde la palabra surgida del teclear constante y fecundo, los pulpejos se transforman en los versos disecados por el hijo pródigo, el hombre acostado en la hierba, el torpe bailarín de salsa, el amante que conjura la fascinación por un par de ojos azules, el Kiosko del abuelo cuya reminiscencia halla su cauce en la admiración por Francisco Massiani, el sanatorio. Rostro de muchos/imagen, pacientes/hospital, ojos/azul: Quintero apuesta a la necesaria convergencia de identidades que surge del tumulto para encontrar, en su escritura sosegada y brillante, el equilibrio adecuado a ese uno, testigo inocultable del poeta y su soledad.
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